Las diferentes historias, por lo general, no muestran al ya nombrado lobizón como una bestia agresiva con los humanos, si no que más bien pacífica aunque hay que estar siempre alerta ante un posible ataque, ya que no es una bestia amigable.
El lobizón (por el nombre portugués: lobis-homen),1 Luisito, Juicho, Luisón o Luisõ es el séptimo y último hijo varón de Tau y Keraná y uno de los monstruos legendarios de la mitología guaraní.
La leyenda dice que el lobizón es el séptimo y último hijo de Tau y Kerana, en quien sobrecayo la mayor maldición que pesaba sobre sus progenitores (esto último, según la Mitología Guaraní), que en las noches de luna llena de los Viernes; y/o Martes se transforma en un «animal» que mezcla las características de un perro muy grande y un hombre (otras veces, también, mezcla las características de un cerdo).
Para la transformación, el maldecido, comienza sintiéndose un poco mal; por ejemplo comienza sintiendo dolores y malestares, luego , presintiendo lo que va a venir, busca la soledad de un lugar apartado, como la partes frondosas del monte, se tira al suelo y rueda tres veces de izquierda a derecha, diciendo un credo al revés. El hombre-lobisón se levanta con la forma de un perro inmenso, de color oscuro que va del negro al marrón bayo (dependiendo del color de piel del hombre portador de «la maldición»), ojos rojos refulgentes como dos brasas encendidas, patas muy grandes que son una mezcla de manos humanas y patas de perro, aunque otras veces, también tienen forma de pezuñas y que despide un olor fétido, como a podrido. Luego se levanta para vagar hasta que caiga el día. Cuando los perros notan su presencia le siguen aullando y ladrando, pero sin atacarlo, por donde vaya.
Si una persona encontrase al lobizón en la noche, y sin conocerlo lo hiriese, inmediatamente cesaría el encanto y recobraría su forma primitiva de hombre manifestándole su profunda gratitud por haber hecho desaparecer la fatalidad que pesaba sobre él.La gratitud del lobizón redimido es, sin embargo, de las más funestas consecuencias, pues tratará de exterminar, por todos los medios posibles, a su bienhechor. De modo que lo mejor, cuando se lo encuentra, es matarlo sin exponerse a esas desagradables gratitudes.
Para matar a un lobizón se tiene que hacer con un arma blanca o con una bala bendecida.
Para alejarlo, ante su presencia, se debe arrodillar y rezar un padre nuestro, realizar la señal de la cruz, arrojarle agua bendita o un tizón al rojo vivo y/o también botellas rotas. El hombre-bestia puede volver a pasar su maldición, pasando por debajo de las piernas de otra persona, así el queda curado y el otro hombre queda maldecido. Al matarlo él se transformara en humano nuevamente y así podrá ser liberado del mal que lo acosa.
BIBLIOGRAFIA